Para leer:

“Isaac oró al SEÑOR en favor de su esposa, porque era estéril. El SEÑOR oyó su oración, y ella quedó embarazada.” Génesis 25.21
Para pensar:

“Deberíamos hablar con Dios así como un niño habla con su padre”. Charles H. Spurgeon

Para tu meditación:
La oración que agrada a Dios acostumbra ser una práctica sencilla y no complicada. Es una conversación y no un discurso. Es parte de un diálogo y no un monólogo.
Siempre que oramos debemos pensar que estamos delante de Dios que conoce nuestros pensamientos e intenciones. Por lo tanto, debemos valorar la sinceridad y no la superficialidad. Lo que es más importante para Dios es nuestra actitud sincera y no solo palabras.
La oración debe ser un diálogo que nos permite hablar con Dios y también oír su voz, escuchar su orientación y conocer un poco más de la intimidad con Él. Debe ser una conversación entre amigos, así como entre un padre y su hijo que le ama y le escucha. Delante de Dios tenemos la libertad de presentar todo lo que nos inquieta, muy especialmente los asuntos que ultrapasan nuestros límites humanos, delante de los cuales no tenemos fuerzas suficientes para enfrentarlos.

Semana 3 – Mi tiempo con Dios

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